Capítulo / Chapter III | Cinema – Comunicação / Communication

Outraged waters: indigenous resistance to mining and its documentary visibility

Aguas ultrajadas: resistencia indígena a la minería y su visibilización documental

José Alejandro López Pérez 1

Universidad Nacional de Colombia, sede de La Paz, Colombia

Abstract

Several indigenous worldviews in the Americas fight for the survival of their worldviews and conceive the Earth as a Mother as they are threatened, among others, by mining projects that directly disrupt them along with their territories. Assuming that every worldview is a construct, judging whether a worldview is true or false is irrelevant. What is interesting is to consider that indigenous worldviews have as a priority preserving water —synonymous with life— and, ending them, means eliminating ontological positions that safeguard the water. In this conference I use two documentaries. The first, El río que se robaron (2006), directed by Gonzalo Guillén, makes visible how mining impacts the Colombian Wayúu people; the second, Huicholes: los últimos guardianes del peyote (2014), directed by Hernán Vilchez, shows how the Mexican Wixárica people resist mining. Analyzing these, I contextualize, firstly, these peoples and, secondly, I break down part of the audiovisual treatment of the videos to consider how these peoples and their struggles are made visible. The conference invites us to consider that it is necessary to take care of indigenous peoples and their worldviews because they are guardians of water, and to think about which documentary audiovisual strategies generate resonance in the non- indigenous viewer by making the indigenous struggle visible.

Keywords: Indigenous, Documentary, Water, Mining, Resistance.

Introducción

El objetivo principal de esta exposición es reconocer algunas singularidades de dos pueblos indígenas de las Américas por cuidar el agua en sus territorios y cómo esta intención es visibilizada audiovisualmente por medio de documentales.

Propongo dos puntos de partida para realizar este análisis. En primer lugar, desde una posición nietzscheana (Zepke 2005, 26), asumo que toda cosmovisión es una ficción, incluyendo la científica. Decir que la cosmovisión es una ficción no significa que no tenga repercusiones efectivas sobre nuestra existencia, sino que cada ficción es un constructo creado por el humano con el cual ve y actúa en el mundo. Al asumir esta postura, pretendo expresar que es igual de valioso creer en Dios, la Madre Tierra, la ciencia o, inclusive, el capital 2. De hecho, autores consideran como religión a la ciencia (Gray 2003, 18) y al capitalismo (Agamben 2014, 5). Lo cual, con una lectura extrema, se sostiene porque, tanto la ciencia y el capitalismo, se pueden interpretar como creencias dogmáticas que se proponen como la verdad del mundo y la gente llega a creer cada una de ellas sobre todas las cosas. Desde una postura ética, considero que cada cosmovisión debe ser libre de ejercerse si respeta a la vida y es irrelevante evaluar si es ficción o no.

En segundo lugar, no conozco cosmovisión alguna en la cual el agua no sea concebida como absolutamente necesaria para la vida. Incluyendo las que creen en Dios, la Madre Tierra, la ciencia o el capital. Sin embargo, esto no quiere decir que toda cosmovisión, o sus diversas formas de interpretarse, tengan como base fundamental de su ser cuidar el agua. Por otra parte, no se debe generar un prejuicio hacia ciertas cosmovisiones considerando que en su fundamento está el no cuidar el agua. Tomo como ejemplo el capitalismo. Se puede encontrar a una persona capitalista que ante todo quiere dinero y el agua queda en un segundo plano; y, a otro capitalista, para quien sea prioridad el agua antes que la plata. Sin embargo, encuentro que el capitalismo, en cuanto cosmovisión, permite concebir capitalistas para quienes el agua puede o no ser una prioridad.

Entonces, pregunto ¿para cuáles cosmovisiones cuidar el agua es la base de su cosmovisión? Hay varias formas de considerar qué es el agua. Diferencio dos opuestas. En primer lugar, el agua es una sustancia que, aunque sea necesaria para nuestra vida, es inerte, una cosa. En segunda instancia, el agua es un ser vivo, con conciencia, una hermana, una madre. Es fácil notar que el agua es la base de una cosmovisión si se le considera como a alguien de la familia. Por ejemplo, para los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, el agua es una madre porque nos gesta por nueve meses en el vientre de nuestras madres. Entonces, me atrevo a decir que las cosmovisiones que ven a la Tierra como una madre, tienen como eje fundamental cuidar al agua.

Procedo a analizar la visibilización que se realiza, por medio de dos documentales, a dos de estos pueblos indígenas de las Américas y su lucha por cuidar el agua. El río que se robaron (Guillén 2006) y Huicholes: los últimos guardianes del peyote (Vilchez 2014). El primero, se refiere a los wayúu en Colombia y, el segundo, a los wixárica en México.

Para cada pueblo realizo tres acciones. Primero, brindo algunos datos contenidos en los documentales y otras fuentes, sobre estos pueblos, para enseñar por qué y cómo cuidan el agua. Segundo, describo singularidades del tratamiento audiovisual de los documentales porque estos construyen la imagen de estos pueblos. Y, tercero, doy una reseña sobre los directores documentalistas para contextualizar su intención.

Entonces, primero considero a los wayuu, segundo a los wixárica y, tercero, enuncio similitudes y diferencias en el tratamiento audiovisual de estos dos videos.

El pueblo wayúu

El pueblo wayúu (que en wayuunaiki significa ‘persona’) habita en el Norte de Colombia, en el departamento de la Guajira (zona árida y desértica, en gran parte por la explotación minera), y de Venezuela, en Zulia. Así, varios de los miembros de esta comunidad tienen doble nacionalidad. Diversas personas de este pueblo se movilizan entre estos departamentos buscando mejores condiciones climáticas y en las épocas secas, se mueven de Colombia a Venezuela. Según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), su territorio en la Guajira ocupa 1.080.336 hectáreas. Un censo del 2005 arrojó que hay 270.413 wayúus en Colombia, haciéndolo el pueblo indígena más numeroso de este país con el 19,42%. De ellos, el 12,22% habita zonas urbanas (ONIC 2010), por lo que en su mayoría luchan por continuar en sus territorios originarios.

En su religión ancestral, de acuerdo con el Ministerio de Cultura de Colombia (Mincultura), creen que al inicio estaban el padre (el día) y la madre (la noche) y cada uno tuvo dos hijos gemelos. El padre, engendró al Sol y a la Luna; en cuanto, la madre, gestó a la tierra y el mar. De estos hijos comienza la creación (Mincultura s.f.). En sus ritos mortuorios, cuando alguien del pueblo wayúu fallece, las mujeres wayúu toman el cuerpo sin vida, “lo recogen, lo bañan y lo colocan en el ataúd para luego ser exhumado dos años después para incineración”. (ONIC 2010) Esto acontece para que la persona fallecida pueda cerrar un proceso en este mundo.

Su sociedad es matrilineal y en ella el tío materno tiene un gran protagonismo (Mincultura s.f.). El pueblo vive en gran parte en rancherías, habitadas por familias extensas, quienes colectivamente tienen huertas, cementerio, pozos artificiales y sistemas para almacenar agua. Económicamente, antes de la llegada de los españoles, se dedicaban a la caza y la pesca, y, después del arribo de estos, adoptaron el pastoreo. (ONIC 2010) Hoy en día, varios de ellos se dedican al comercio.

Este pueblo indígena es uno de los 34 que el Estado de Colombia reconoció en 2009 como víctima, por parte de grupos armados legales e ilegales, del desplazamiento forzado (Mincultura s.f.). Este desplazamiento se ha dado, en gran parte, porque los wayúu ofrecen resistencia a que el agua de sus territorios se destine a proyectos mineros y a la agricultura a gran escala. En Colombia, es conocido que los wayúu tienen escases de este líquido vital y que varios de sus niños sufren desnutrición.

El documental El río que se robaron se enfoca en cómo este pueblo ha sido víctima principalmente de la minería, por los actores que participan en ella de manera directa o indirectamente. De manera directa muestra que sus victimarios han sido la multinacional Drummond y los paramilitares. En lo que concierne a la multinacional, esta construyó una represa para el río Ranchería y, por ende, dejó a los wayúu de varios asentimientos sin agua. Al mismo tiempo, esta contrató paramilitares para silenciar y desplazar a los wayúu que se oponían a sus actividades. De manera indirecta, el Estado colombiano planea otorgar otras concesiones a la multinacional para alterar el arroyo Bruno, ya que es requerida mucha agua para la minería.

Este robo idiscriminado del preciado líquido ha acontecido por 30 años anteriores a la realización del documental. Esto es muy grave, porque dejaron sin agua a esta comunidad para beber, pescar o regar los cultivos. La falta de agua trae consigo desnutrición y enfermedades. Este impacto compromete a su cultura porque los indígenas son su territorio y esta acción lo destruye.

Este documental presenta a este pueblo como una víctima de la minería, donde el Estado es cómplice de que la situación no mejore. El trabajo nos enseña, principalmente a partir de entrevistas, que le ha sucedido a esta comunidad por causa de la minería. Se entrevista a indígenas líderes, políticos, empresarios, científicos y el director del trabajo. Con varías imágenes, se muestra a niños enfermos por causa de la contaminación y se evidencia la falta de agua en la zona.

En otras partes, recurre a una estrategia dialéctica con la cual se contrastan testimonios e imágenes. Así, se alterna el testimonio de un representante de la empresa, quien rescata el progreso que trae la minería, con las palabras de los indígenas y científicos que señalan la destrucción que ha traído la minería en el territorio. Estos testimonios son soportados con imágenes que señalan, entre otros, problemas de salubridad en los wayúu. El sonido del trabajo es principalmente directo.

El director de El río que se robaron, Gonzalo Guillén (1952), se dedica al periodismo desde 1975. Ha trabajado en diversos periódicos, ha sido profesor y ha publicado varios libros. Él ha sufrido amenazas de muerte (las más fuertes, durante los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez) por denunciar, entre otros, a políticos y narcotraficantes, por lo que se exilió en otros países (Wikipedia s.f.).

El pueblo wixárica

Los huicholes son uno de los 68 pueblos indígenas mexicanos. Hacia 1968, ellos se concentraban en los departamentos de Jalisco, Zacatecas, Durango y Nayarit. Desde finales de los setenta, como sucede con munchas otras comunidades indígenas en las Américas, han migrado a las ciudades buscando mejores oportunidades. Según un censo, para el año 1968 había 10.000 indígenas de este pueblo y, para 2018, 47.625 (Anguiano 2018).

Para su religión, el hombre colabora con las deidades para mantener el orden cósmico y alternar el día y la noche y las lluvias y las temporadas secas. Para esto deben realizar diversos rituales, entre ellos peregrinar a lugares particularmente sagrados (Anguiano 2018), entre ellos Wirikuta, el que se considera el corazón del mundo por parte de este pueblo. Se puede decir que otro corazón, ya que para los pueblos originarios de la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia, esta sierra es el corazón del mundo.

Para los wixárica las enfermedades son de tres tipos. Las primeras, son inducidas por un ser sobrenatural, de un origen mágico, de seres que no están en nuestro plano; las segundas, las naturales, introducidas por los españoles ante las cuales tienen medicinas; y, las terceras, como la diabetes, que no tratan en su medicina. Para las dos primeras recurren a sus médicos tradicionales, los chamanes; y, para las últimas, a la medicina occidental. Los chamanes huicholes son expertos en plantas, incluyendo el peyote, empleado en rituales para sanar y comunicarse con deidades, el cual se recolecta por el poblado de Real de Catorce, por Wirikuta, teritorio donde nació el Dios Sol (Anguiano 2018).

Originariamente, este pueblo se dedicó a la caza y la recolección; posteriormente, se transformaron en agricultores; seguidamente, en ganaderos; y, luego, varios de ellos en artesanos comerciantes y, otros, en jornaleros (Anguiano 2018).

En el documental Huicholes: los últimos guardianes del peyote se visibiliza al pueblo wixárica y a su territorio sagrado Wirikuta. El trabajo realiza un seguimiento a una familia de este pueblo que se dirige a este lugar sagrado por medio de una peregrinación por varias partes del desierto. Este desierto contiene una biodiversidad muy particular, incluyendo múltiples especies de cactus. En la peregrinación, el video nos enseña apartes de su cosmovisión, en la cual entablan relaciones con espíritus de la Madre Tierra que los guían y los sanan. Por otra parte, el audiovisual denuncia que hay varias multinacionales de capitales canadienses explotando Wirikuta con la autorización del estado mexicano, lo que ya ha causado impacto en las fuentes de agua del lugar y, por ende, en el ecosistema y el pueblo wixárica. Además, el documental rescata iniciativas exitosas de una multiplicidad de personas para proteger este lugar. Es decir, enuncia la resistencia del pueblo y de otras personas por defender el territorio.

Este documental emplea, además de entrevistas, animaciones e imágenes que rescatan los paisajes y la cosmovisión de este pueblo. En las entrevistas participan indígenas líderes, políticos, empresarios, científicos, mineros y músicos.

Igualmente, este video recurre a la dialéctica para alternar el testimonio de un representante de la empresa, quien menciona lo importante de la minería en el territorio ya que genera empleo y desarrollo, con el de indígenas y científicos que señalan de manera muy precisa como la minería destruye las fuentes acuíferas y genera pobreza en la población del lugar. Estos testimonios están acompañados de imágenes, entre ellas animaciones, que ilustran el impacto negativo de la minería en el ecosistema de Wirikuta. Conjuntamente, emplea sonido directo y varias composiciones auditivas construidas en estudio, incluidas pistas musicales.

El director de Huicholes: los últimos guardianes del peyote, Hernán Vilchez, nació en Argentina en los setenta (Página web Huicholesfilm 2014). Allí y en Cuba estudió cine. Ha trabajado con diferentes pueblos indígenas en diferentes lugares de la Tierra. Entre ellos, “los australianos de Arnhem Land, los pigmeos Batwa de Uganda, los Taquileños del Lago Titika, los Waoranis y Shipibos de la Amazonia, los Wixaritari de México, los Mentawai de la Isla Siberut, los Diolas de Senegal y en las masivas celebraciones del Kumbh Mela en India y la Fiesta de Yemanjá en Bahía, Brasil” (Página web Huicholesfilm 2014).

Similitudes y diferencias

En los dos documentales se señala que las empresas mineras, con ayuda del Estado, destruyen los territorios acabando con el agua. Acabar con el agua ha alterado el territorio y el ser mismo de estos pueblos que se convierten en víctimas. En los dos casos, los indígenas resisten. En el tratamiento audiovisual, emplean principalmente entrevistas para documentar y el sonido es primordialmente directo. En las entrevistas participan indígenas líderes, políticos, empresarios, científicos, mineros y músicos. Igualmente, alterna dialécticamente el testimonio de un representante de la empresa quien menciona lo importante de esta actividad en el territorio con palabras de los indígenas y científicos que se oponen a la minería. El testimonio de estos se apoya en imágenes para señalar la pobreza y la destrucción de los recursos naturales que produce la minería

En términos generales, se nota que el trabajo de los wixárica tuvo más tiempo y recursos para su realización. Principalmente, porque técnicamente emplea más recursos (como las animaciones o composiciones sonoras); tiene más diversidad de personajes; da un panorama más general sobre el pueblo, el territorio (muestra paisajes bellísimos), y la minería y sus impactos. Este documental se toma un tiempo generoso para explicar aspectos de la cosmovisión wixárica, cosa que el trabajo sobre los wayúu no realiza de manera alguna. En este sentido, en estos videos, los wixárica se develan como un pueblo con una cultura ancestral, en cuanto la cultura de los wayúu no tiene ningún papel protagónico.

Por su parte, la resistencia que enseñan, la de los wayúu no es exitosa e inclusive tímida por parte de los indígenas en consecuencia de las amenazas de muerte; mientras la de los wixárica es triunfante y activa, sin tropiezos mortales. Pensado con cabeza fría, el primer trabajo muestra un escenario más realista y el segundo raya con lo utópico.

En otro aspecto, con los wayúu el director del documental se muestra como agente central de defensa de los derechos de este pueblo y deja en segundo lugar a los wayúu; repecto a la de los wixárica, son el pueblo mismo a quien se enseña como la resistencia.

En cuanto a la resonancia que tienen en el público reconozco dos aristas. En la primera, el de los wixárica se toma un tiempo para explicar la cosmovisión de este pueblo, desde el seguimiento de una familia para demostrar que el problema del agua es de todos y que este recurso se debe cuidar, no importa el territorio. Es decir, busca generar resonancia en el espectador porque todos tenemos familia y requerimos de agua. En la segunda arista, sin embargo, el documental sobre los wayúu es más contundente porque se nota más serio en su corpus e inclusive fue una prueba central ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para lograr que los wayúu obtuvieran medidas cautelaras para evitar su exterminio. En cuanto el de los wixárica pierde fuerza al dedicar parte importante de su duración a resaltar la organización de un concierto para proteger Wirikuta. En este evento se enseñan varios artistas reconocidos (como Gael García Bernal, Calle 13 o Zack de la Rocha). Es decir, el protagonismo se desplaza del problema del territorio a la imagen de estas personas, conllevando el peligro de banalizar lo que estamos viendo porque reconocemos a gente que fácilmente vemos en noticieros en la sección de farándula.

Conclusiones

Después de esta vaga revisión, realizo algunas conclusiones.

En primer lugar, cuando considero las diversas cosmovisiones, es irrelevante juzgar si estas y en particular las de diversos pueblos indígenas son ciertas o falsas. Si se asume que toda cosmovisión es una ficción este juzgamiento es absurdo. Lo importante es considerar que estas formas de asumir el mundo cuidan el agua, la vida. Por esta compleja e importante razón es menester proteger estos pueblos y sus creencias.

En segundo lugar, en lo relacionado a la visibilización documental audiovisual de estas cosmovisiones, en una sociedad con altos índices de racismo, donde varios discursos apuntan a los indígenas como enemigos del progreso, mostrar que se están muriendo no incomoda a muchas personas. Entonces, lo primordial es que el documental no banalice la lucha centrando la atención en agentes externos (por ejemplo, en personajes de farándula) y no en el territorio en sí. En otras palabras, considero importante que el espectador no indígena se interese por la lucha de estos pueblos. Entre las diversas formas de que esto suceda, he resaltado en esta exposición que se puede probar por medio de documentales audiovisuales que ellos tienen tradiciones para encontrarse en el mundo buscando la armonía, que también tienen familias y que lo que les sucede a ellos nos afecta a los no indígenas en el puntual sentido que, si ellos se quedan sin agua, el resto de personas también.

Notas finales

1Profesor José Alejandro López Pérez

2Más de una cosmovisión se puede combinar en una persona. Por ejemplo, encontramos científicos católicos.

Referencias

Agamben, Giorgio. «¿Qué es un dispostivo?» 2014. https://www.elabrojo.org.uy/wp-content/uploads/2017/06/agamben-dispositivo-1.pdf (último acceso: abril de 2023).

Anguiano, Marina. Los huicholes o wixaritári: entre la tradición y la modernidad. Antología de textos 1969-2017. Ciudad de México: Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2018.

Gray, John. Straw Dogs. London: Granta Books, 2003.

Guillén, Gonzalo . El río que se robaron. 2006.

Mincultura. «Wayúu: Gente de arena, sol y viento.» s.f. https://www.mincultura.gov.co/prensa/noticias/Documents/Poblaciones/PUEBLO%20WAY%C3%9AU.pdf.

ONIC. 2010. https://www.onic.org.co/pueblos/1156-wayuu.

Página web Huicholesfilm. 2014. https://huicholesfilm.com/es/category/equipo/.

Vilchez, Hernán . Huicholes: los últimos guardianes del peyote. 2014.

Wikipedia. Gonzalo Guillén. s.f. https://es.wikipedia.org/wiki/Gonzalo_Guill%C3%A9n#cite_note-2.

Zepke, Stephen. Art as Abstract Machine. New York: Routledge, 2005.